Ser ejemplo

“Solo puede transmitirse al niño, aquello que el educador ha conquistado en sí mismo” Rufdolf Steneir

Para profundizar en esta interesante frase, se requiere el planteamiento de algunas preguntas básicas.

¿Quién es un educador?

¿Qué es lo que debe conquistar?

¿Qué es lo que quiere transmitir?

Educar

Empecemos nuestra reflexión explorando la definición de educador.

El diccionario de la lengua española RAE la define como “persona que educa”.

Clara pero insuficiente, esta definición nos obliga a hacer otra pregunta.

¿Qué significa educar?

Nuevamente el diccionario RAE lo define como:

  1. Dirigir, encaminar, doctrinar.
  2. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc. Educar la inteligencia, la voluntad.
  3. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.

Estas definiciones nos ubican en un ámbito complejo donde inevitablemente se involucran las personas.

Quién educa

Si tomamos como referencia las definiciones anteriores, donde educar es dirigir o encaminar, ¿hacia donde encamina un educador a un niño o niña?

Si educar es desarrollar y perfeccionar las facultades intelectuales y morales por medio de ejemplos, ejercicios y preceptos ¿De dónde obtienen los niños y niñas estos ejemplos?

Si educar es enseñar buenos usos de urbanidad y cortesía ¿Quién nos los enseña?

Sé ejemplo de la curiosidad

Las preguntas anteriores convierten automáticamente a cualquier persona en un educador; ya que de cualquier pesona podemos obtener preceptos, ideas y ejemplos. Un docente es un educador, pero también lo eres tú, la madre, el padre, el tutor, la familia, los amigos y la sociedad.

La educación de nuestros hijos es hijas significa un reto de vida para padres y madres. Ser consciente de la responsabilidad que implica la educación de un ser humano resulta algunas veces abrumadora; nos encontramos en un mundo y una época compleja.

Difícilmente podremos controlar a los “educadores” externos: medios de comunicación, vecindario o la misma cultura y contexto histórico; sin embargo, podemos asumir nuestro principal rol de padre, madre o tutor como el rol del principal educador; la figura del que dirige y encamina.

Qué es lo que se conquista

La mayoría de los problemas que surgen entre padres e hijos resultan de una falta de coherencia. El ejemplo que damos a los niños en su vida diaria deja una profunda huella en su conducta y actitud. Si les decimos que no digan mentiras pero nos ven haciéndolo, están aprendiendo que las mentiras son aceptables. No importan mucho nuestras palabras si no nuestras acciones.

Es importante destacar que más que comprender las palabras, los niños captan nuestra actitud. Esto también aplica a niños mayores y adolescentes, aunque el contenido de las palabras puede adaptarse según su nivel de comprensión, clave radica en mantener la coherencia entre lo que decimos verbalmente y lo que expresamos con nuestra actitud. Los niños comprenden mejor lo que les transmiten nuestras expresiones faciales y corporales que nuestras palabras.

Sé ejemplo de la calma

Resulta crucial comprender que los niños captan mucho mejor los lenguajes no verbales que los sermones y regaños. Cuando les decimos claramente “no” con una postura amorosa pero determinante y firme, ellos entienden que hablamos en serio y suelen obedecer. Debemos asegurarnos de que nuestro lenguaje corporal coincida con nuestras palabras. Por ejemplo, si decimos “no hagas eso” con voz seria pero nuestra expresión es de risa, el niño no nos tomará en serio. Lo mismo ocurre si expresamos cansancio o flojera mientras reprendemos una acción.

Es esencial ser coherentes entre lo que decimos verbalmente y lo que expresamos con nuestro cuerpo y nuestras acciones, ya que los niños pueden confundirse y desconfiar de sí mismos si perciben contradicciones. Por ejemplo, si decimos “sí” con la voz pero realizamos gestos de amenaza, el niño experimentará angustia al no entender claramente nuestras intenciones.

Eso que queremos transmitir es aquello que debemos conquistar.

Si queremos que nuestros niños vivan la paciencia es necesario conquistar en nosotras(os) la paciencia.

Si queremos que nuestros hijos vivan de manera honesta, es necesario conquistar la honestidad en nosotros mismos.

Qué es lo que se quiere transmitir

Es esencial que los adultos a cargo de la crianza reflexionen juntos sobre cuáles son los valores más importantes que desean transmitir a sus hijos. Es fundamental dialogar y ponerse de acuerdo, especialmente en aspectos importantes relacionados con la educación y el estilo de crianza. Es normal que los padres tengan distintas opiniones, pero es crucial evitar contradicciones que puedan confundir al niño.

Estos valores proporcionan un marco para mantener la coherencia en la crianza, ya que brindan claridad sobre los objetivos educativos y las creencias fundamentales. Esto permite establecer límites consistentes y definir claramente qué comportamientos son aceptables y cuáles no lo son.

Por ejemplo, si la mamá establece que el niño no puede tomar dulces antes de las comidas por razones de salud, pero el papá llega y le ofrece dulces, esto puede generar confusión en el niño y desacuerdo entre los padres. Es fundamental que padres y madres estén de acuerdo en las reglas y límites, brindando así seguridad y claridad al niño.

La importancia del reglamento y acuerdos de convivencia

Todo grupo social necesita reglas para convivir de manera armoniosa. Es indispensable contar con un reglamento que establezca claramente cuándo se otorga el permiso y cuándo no. Podemos pensar en qué pasaría si un día la ciudad no tuviera semáforos: sería un caos. De igual manera, en el hogar también necesitamos un reglamento. No nos referimos a una constitución rígida e inamovible, sino a un conjunto de normas y límites que permiten a la familia o grupo de personas vivir en paz.

Este reglamento debe ser dinámico y revisarse periódicamente, especialmente en momentos de conflicto, ya que estas situaciones brindan la oportunidad de actualizarlo. Las crisis familiares pueden convertirse en oportunidades únicas para generar cambios y establecer nuevas reglas. Durante momentos complicados resulta conveniente tomar distancia, reflexionar sobre lo que está sucediendo en el hogar, proponer soluciones y acordar un nuevo reglamento.

Es esencial recordar que como padres, madres o tutores, somos nosotros quienes establecemos las normas en el hogar, no nuestros hijos. Esta premisa a veces se nos olvida, pero el reglamento proporciona al niño una gran seguridad y estructura. Por ejemplo, si últimamente hemos tenido problemas durante la hora de la comida porque los niños llevan juguetes a la mesa y no comen, podemos establecer una regla clara de que los juguetes no se llevan a la mesa durante la comida.

Podemos escribirlo y hacer un pequeño dibujo que refuerce la idea. Los juguetes se quedarán en el cuarto hasta que los niños terminen de comer. Podemos explicarles por qué, pero no es necesario agotarnos en discusiones si los niños son discutidores por naturaleza. Cuando un niño intente llevar un juguete a la mesa durante la comida, simplemente podemos mostrarles el gráfico. Actuar de esta manera puede ahorrarnos mucha energía.

Es importante reconocer que el reglamento puede cambiar a medida que los hijos crecen y la familia evoluciona. En ocasiones, las reglas dejan de funcionar debido a cambios en la situación familiar, como mudanzas, o simplemente porque los niños han crecido. Por ello, el reglamento necesita ajustes, acuerdos y revisiones periódicas. Debe ser dinámico, aunque no se recomienda cambiarlo constantemente. 

Es fundamental escribirlo y darle vida para que todos en la familia lo tengan presente, aún cuando papá y mamá ya no estén juntos, el reglamento deberá estar presente en los espacios donde conviven los niños y niñas; lo más lógico y coherente para nuestros pequeños sería que estos reglamentos fueran similares. Debe adaptarse a la edad de los niños y tener en cuenta su capacidad de comprensión, autocontrol y paciencia.

Este reglamento debe tener en cuenta los intereses de todos los miembros de la familia, y establecer claramente qué se permite y qué no, así como las consecuencias de no cumplir las reglas.

Sé ejemplo del respeto

Conforme crecen, los niños pueden contribuir con ideas para elaborar el reglamento. En una reunión familiar, podemos identificar problemas y buscar soluciones a través de una lluvia de ideas. Es importante apuntar todas las ideas y luego descartar aquellas que no sean viables. Por ejemplo, “no ir a la escuela nunca” puede ser una idea inicial, pero luego podemos descartarla.

Mientras más pequeños sean, menos reglas deben haber, ya que su autocontrol es limitado. Por ejemplo, no podemos exigirle a un niño de corta edad que permanezca quieto por largos periodos de tiempo. Si la casa está llena de reglas, es probable que no les presten atención. Utilizar un gráfico con un sistema de “acuse de recibo” puede ser una buena idea, ya que tanto los niños como los adultos entienden bien las imágenes. Podríamos crear dibujos simples que recuerden las reglas, y los niños podrían firmar con un dibujo para mostrar su acuerdo. A medida que crecen, pueden participar más en la creación y documentación del reglamento.

Si no tenemos reglas en casa, es crucial hablar al respecto y determinar qué necesitamos regular para mejorar la convivencia. Luego, debemos escribir las reglas y comprometernos a cumplirlas, para que los niños vean que las reglas no son meras palabras vacías, sino normas vigentes que deben respetarse.

TIP: Puedes realizar un juego o dinámica divertida e interesante para crear su reglamento. No tiene porqué ser una actividad aburrida.

Bibliografia y fuentes de consulta

Ana Serrano (2004). Ayudando a crecer. Guía para alimentar el desarrollo oportuno en los niños. 3 a 6 años

 

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