¿Qué es inteligencia emocional, de dónde viene esta idea?
¿Cuáles son los beneficios de aprender sobre inteligencia emocional?
¿Cómo se relaciona con el pensar y el sentir?
Evolución del cerebro
Para tratar de entender el funcionamiento de nuestra mente y el concepto de inteligencia emocional, es necesario conocer también el funcionamiento de nuestro cuerpo físico.
Hoy, gracias a los avances de la ciencia, sabemos que cada órgano y sistema de nuestro cuerpo están diseñados para desarrollar una función específica que permite nuestra supervivencia día con día.
Joseph LeDoux, neurólogo del centro para la ciencia Neurológica de la Universidad de Nueva York, fue el primero en descubrir que para hablar de emociones era necesario hablar especialmente de la amígdala, ya que ésta juega un papel clave en el cerebro emocional. La investigación de LeDoux explica como la amígdala puede ejercer control sobre lo que hacemos incluso mientras el cerebro pensante (el neocortex) está intentando tomar una decisión.
Imagen 1. Representación gráfica del cerebro triple de Paul MacLean
La evolución de nuestro cerebro a lo largo de millones de años, muestra que este órgano se ha desarrollado de abajo hacia arriba.
Existe una parte del cerebro que comparten todas las especies que cuentan con un sistema nervioso, encargada de regular las funciones vitales básicas como la respiración y el metabolismo. Conocido como el cerebro Reptiliano, cerebro primitivo o instintivo, su función es permitir la supervivencia de manera instintiva y fue el primero en existir.
A partir de este, y después de millones de años, surgieron los centros emocionales, el cerebro límbico, relacionado con la memoria, emociones, motivaciones, aprendizaje y la conducta.
Millones de años más tarde, evolucionó al cerebro pensante o neocortex, diferenciando al ser humano de cualquier otra especie. Éste realiza todas las funciones cerebrales superiores como la conciencia, el lenguaje, la imaginación y la razón. Este hecho puede considerarse muy revelador, ya que podemos considerar que el cerebro emocional existió mucho antes que el racional.
Video, La neurociencia de las emociones. Marian Rojas-Estapé
Video, Conoce tu cuerpo, conoce tu cerebro, Nazareth Castellanos
¿Sentir o pensar?
Una vez que observamos el proceso evolutivo de nuestro cerebro, podemos entender por qué la mente emocional o instintiva es mucho más rápida que la mente racional.
Sin que nos demos cuenta, su rapidez descarta la reflexión deliberada y analítica. En la evolución de la naturaleza de supervivencia, la mente emocional responde a situaciones en donde tomar decisiones en una milésima de segundo define la vida o la muerte y se limita a responder a una simple pregunta:
¿Me lo como yo, o él me come a mi?
Es posible que aquellos ancestros que reflexionaron demasiado no lograran contar la historia.
Las acciones que surgen de la mente emocional acarrean una sensación de certeza especialmente fuerte en el instante que se realizan. Aparece una forma simplificada y sencilla de ver las cosas que de primer momento parecen la mejor opción, pero que pasada la tormenta carecen de sentido. La aparición de preguntas y arrepentimientos se hacen presentes ¿Para qué hice esto? ¿Qué estaba pensando?
Resulta que no estabas pensando, estabas reaccionando.
En la arquitectura del cerebro, la AMÍGDALA funciona como el “centro de alarma”, en el que los operadores están listos para realizar llamadas de emergencia. La amígdala reacciona instantáneamente como una red de transporte nerviosa que envía mensajes o señales al sistema nervioso, al sistema cardiovascular, músculos e intestinos.
Un inconveniente de estas alarmas nerviosas, es que el mensaje urgente que envía es a veces anticuado o “no elaborado”. Como depósito de la memoria emocional, la amígdala explora la experiencia comparando lo que está sucediendo en el presente con lo que sucedió en el pasado, calificándolo como “igual” si algunos elementos parecen similares; en ese caso se activarán las señales de alarma de manera inmediata.
Esto es especialmente cierto en acontecimientos traumáticos que ocurren en los primeros años de vida, ya que muchos poderosos recuerdos emocionales se remontan a esta etapa. Una razón por la que podemos quedar tan desorientados de nuestros estallidos emocionales es que a menudo datan de una época temprana de nuestra vida donde aún no comprendíamos racionalmente los acontecimientos pero que quedaron almacenados en nuestra memoria.
Armonía entre el pensar y sentir
Las conexiones entre la amígdala (mente emocional) y la neocorteza (mente racional) son el centro de batallas o acuerdos entre cabeza y corazón, pensamiento y sentimiento. Este circuito explica por qué la emoción es tan importante para el pensamiento eficaz tanto en la toma de desiciones como en el simple hecho de permitirnos pensar con claridad.
Es por eso que cuando nos sentimos emocionalmente alterados decimos que no “podemos pensar correctamente” y la perturbación emocional constante puede crear carencias en las capacidades intelectuales de un niño, deteriorando su capacidad de aprender.
¿Entonces, qué mente es más importante, la emocional o la racional?
Es necesario reconocer que estamos formados por dos mentes, dos clases diferentes de inteligencia: la racional y la emocional. Nuestras acciones de vida están determinadas por ambas ya que una sin la otra no puede desarrollarse sanamente. Ninguna es más importante que la otra. No se trata de suprimir la emoción o anular el pensamiento. La inteligencia emocional nos enseña que necesario aprender a complementarlas para que trabajen en equilbrio.
Hoy en día existen muchísimas técnicas, herramientas y disciplinas que nos permiten conocer cada vez más nuestro ser de manera integral.
El silencio, la contemplación, la escritura, la meditación, la danza, las terapias psicológicas o terapias artísticas, las artes marciales, el yoga, la música, el arte… Todas las herramientas que aportan al conocimiento de tu cuerpo físico, mental y emocional aportan al conocimiento de ti misma(o) y por lo tanto a tu equilibrio mental y emocional.
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Bibliografia y fuentes de consulta
Goleman, D. (2018). La inteligencia emocional: Por qué es más importante que el cociente intelectual.
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